Hernán Bohórquez: Recuerdo de su compañero, Michael Calomino

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Durante los últimos días hice un esfuerzo por escribir estas palabras. ¿Qué podría decir que al menos se acercara a honrar a la persona más generosa, hermosa, amable, compasiva, espiritual, honesta, desinteresada, valiente, linda y asombrosa que ha caminado en éste planeta? No hay palabras que puedan alcanzar a capturar lo que significó para mí, para su familia, para sus amigos, para la fundación “Levántate y Anda”, e incluso para los extraños a quienes ayudó. Es imposible relatar todas sus buenas acciones, simplemente porque son demasiadas. Los últimos días he recibido llamadas y correos electrónicos de personas (algunas de su lejano pasado a quienes yo no conocía) elogiando a Hernán y a las obras que hizo; y leí publicaciones en Facebook con hermosas historias sobre él. Siento humildad, pero no sorpresa por el número de personas a quienes tocó en su vida y por cuánto contribuyó a la humanidad. Hernán siempre estaba más preocupado por la gente a quien todavía podía ayudar y muy rara vez se tomaba el tiempo para mirar hacia atrás y reconocer sus logros. Era como si estuviera en una carrera para ayudar a todos en el planeta. Con frecuencia yo hacía que se detuviera y pensara en ello, le decía que tenía que estar orgulloso de sí mismo y le repetía lo orgulloso que me sentía de él. La mayoría de ustedes no saben que Hernán y yo nos conocimos hace 20 años cuando vino de visita desde Colombia. Algunos de ustedes pueden no haber sabido de nuestra relación hasta leer su obituario. Algunos de ustedes pueden no aceptarnos, pero eso a mi nunca me importó. Hernán era una persona tranquila, a quien no le gustaba la confrontación, y le entristecía que algunos le pudieran dar la espalda, incluyendo a sus amigos. ¿Qué le haría a la Fundación? Imagínense por un momento una persona, cuya existencia misma se basaba en el amor y en ayudar a otros, quien vivía con el temor de que esa misma gente no aceptara lo único en la vida que tomó para si. A menudo le decía que así iba a averiguar quiénes eran sus verdaderos amigos, y lo hizo. Aquellos que verdaderamente lo amaban y entendían lo que es el amor nos acogieron y Hernán se sintió muy feliz de darse cuenta que eran la mayoría. Y aquellos que no lo hicieron, incluso algunos que profesaban ser seguidores de las enseñanzas de Cristo, tristemente perdieron la oportunidad de ver a dos personas enamoradas y no entendieron lo que el amor realidad significa. Hay pocos amores en la vida como el que nosotros compartimos. Hace todos esos años tuvimos una conexión instantánea, habiendo estado juntos por tan sólo un mes en ese momento. Cuando recibí un correo electrónico de él años más tarde, me sorprendió cuando me preguntó si me acordaba de él. ¿Cómo podría alguien olvidar la luz brillante que llevaba en su corazón, su sonrisa y esos hermosos hoyuelos? Son pocos quienes podrían ser lo suficientemente valientes como para mostrarse tan tarde en la vida y ser honestos con quienes son y con quienes quieren amar. No fue fácil, pero finalmente él decidió que vivir su verdad iba a ser lo mejor para su espíritu e iba a ayudarlo a servir a la humanidad lo mejor posible. Resultó ser justamente así.

Hay muchos que se esconden o viven en la hipocresía. Me siento triste por ellos, pero rezaré para que encuentren su verdad. El temor de que la Fundación cayera en pedazos, porque las personas le abandonaran debido a sus creencias personales o religiosas, fue reemplazado por montones de otros quienes vinieron con amor y apertura, lo cual resultó en crecimiento y mayor éxito para la Fundación. Esto le dio aún más fortaleza para vivir una vida honesta, llena de la gracia de Dios. Encontramos la Iglesia de St Paul’s cuando nos mudamos a Norwalk hace unos años y en éste santuario él encontró la aceptación y el amor que nunca había experimentado antes. Hernán quería a casi todas las personas a quienes conocía y estas lo querían también. Él era un modelo difícil de seguir. Veía lo bueno en casi todos, a menos que le mostraran lo feo, en cuyo caso oraba por ellos o trataba de encontrar algo bueno en ellos. Esto fue algo que traté de emular, no obstante, en ocasiones me quedé corto donde él se destacó.

Hernán siempre se interesó por el bienestar de todos los demás. Era un hijo sumamente devoto. Si se le olvidaba llamar a sus padres por la mañana o no podía comunicarse por teléfono, se preocupaba mucho. Si tenían el menor resfriado, se inquietaba hasta asegurarse de que estaban bien. Con su hermana, Marta, durante su enfermedad, estuvo tan agradecido cuando ella comenzó en su camino hacia la curación. Él me preguntaba a diario si había llamado a mi “mamá” y me preguntaba cómo estaba. Él llamaba cada mañana, de camino al trabajo, a nuestra amiga Ellie para constatar cómo estaba. Nunca paraba de hablar sobre las mujeres increíbles en quienes se han convertido sus sobrinas y se enorgullecía de las mujeres en quienes aún se están convirtiendo. Le encantaba lo diferentes que eran sus sobrinos y estaba asombrado por sus talentos individuales y por cómo iluminaban una habitación cuando entraban. Él era el mejor Papi para Fernando, dándole amor cada mañana cuando lo despertaba, siempre consintiéndolo.

Estábamos hechos el uno para el otro. Nos equilibrábamos mutuamente. Nos dimos fuerza y ​​apoyo como pocas de las parejas que conozco. Nos ayudamos mutuamente a crecer. Nos hacíamos reír el uno al otro. Él sacó lo mejor de mí y yo soy un mejor ser humano a causa de él. Él me enseñó muchas cosas, la mayoría de las cuales me permitirán superar esto porque es lo que él querría. Hablamos de casarnos e iniciamos el proceso para acoger a un niño para que pudiéramos cambiar una vida más … Es decir, de alguna manera yo también tenía que acercarme al tema de la compasión. Estaba enojado esa noche en el hospital cuando murió. No podía concebir que hubiera un Dios que pudiera llevarse a alguien tan bueno de entre nosotros. Le dije a su sobrina Tatiana, dos días después de su muerte, que no lo sentía a mi alrededor y me dijo que ella tampoco. Ella me dijo que seguramente él estaba en Colombia con sus padres y volvería pronto; tenía razón. El domingo por la mañana, desperté con paz en mi corazón y con el deseo de ir a la iglesia. Aquellos de ustedes que me conocen muy bien saben que esto es bastante inusual en mí. Fue entonces cuando supe que aún estaba conmigo. Podemos afligir su presencia aquí en la tierra, pero tenemos que honrar su presencia en el cielo.

Por mucho que me hubiera gustado envejecer con él, estoy agradecido por los años que compartimos y por todo lo que logramos juntos. Creo que las almas de algunas personas son tan grandes y brillantes que su cuerpo terrenal ya no puede contenerlas y deben trascender a espíritu. Hernán era el más grande y el más brillante. Sé que estarás nuestro alrededor siempre. La gente me ha venido preguntando qué pueden hacer por mí y mi respuesta ha sido, simplemente, recordar todas las buenas acciones que él logró. Recuerden la bondad que él personificó y a cuántas personas les cambió la vida. Apoyen la Fundación Levántate y Anda, que fue su mayor sueño y asegúrense de llevarla adelante como su legado. Esto es lo que él querría. Te adoro mi mongui, siempre

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